Mansión Moretti – Habitación de Alessandro, minutos después.
El silencio lo seguía como un espectro. Cerró la puerta de su habitación de un portazo y se apoyó contra ella, con la mandíbula tensa, los dedos crispados.
Su corazón latía con violencia.
Había algo en ese maldito muchacho… en Enzo… que lo desestabilizaba. Su descaro. Su seguridad. Sus malditos ojos negros que parecían leerlo como si supiera algo que él mismo no entendía.
Alessandro caminó hasta el baño, furioso consigo mismo, como si con cada paso pudiera apagar el incendio que le ardía en el pecho… y más abajo.
Se metió en la ducha de mármol sin pensarlo, sin desvestirse. Cerró la puerta de cristal y abrió el grifo con violencia.
El agua cayó gélida sobre su cabeza. Mojó su camisa, sus pantalones, sus zapatos de cuero. No le importó. Dejó que la ropa se pegara a su piel como una segunda piel incómoda, como un castigo.
Pero nada de eso apagaba lo que sentía.
El frío no podía aplacar la imagen de Enzo desnudo en la ducha, en