Escena – Universidad, mañana siguiente.
El sol de la mañana se filtraba entre los árboles del campus, pintando manchas doradas en los senderos. Los estudiantes iban y venían con mochilas a cuestas, tazas de café y auriculares colgando de las orejas. El murmullo habitual de la universidad flotaba en el aire: risas, pasos apurados, conversaciones cruzadas.
Matteo estaba recostado contra la baranda de piedra frente al edificio de arquitectura, con dos cafés en la mano. Vestía su chaqueta negra favorita, la que siempre usaba en otoño, y ese casco colgaba de su mochila como si fuera una extensión de su personalidad. Movía el pie al ritmo de una canción en su cabeza mientras miraba el reloj.
—Llegas tarde tres minutos —dijo con una sonrisa cuando vio a Jin acercarse por el camino central—. Te perdono porque sé que no dormiste.
Jin sonrió, algo despeinado por el viento de la moto, con las gafas de sol todavía puestas y su carpeta bajo el brazo.
—Tres minutos es mi récord de puntualidad, no t