La tarde avanzaba con lentitud entre planos y papeles desordenados sobre la gran mesa del estudio. Jin dibujaba sobre una libreta a lápiz mientras Matteo tecleaba fórmulas en su laptop. El ambiente era ligero, casi doméstico, como si aquel estudio de arquitectura no estuviera dentro de una mansión vigilada por decenas de guardias armados, sino en el rincón de cualquier departamento de estudiantes.
—No puedes en serio querer usar madera reciclada para una estructura costera —dijo Matteo, girando el portátil hacia Jin con una ceja alzada—. El salitre se la come viva.
—Solo si es una madera mediocre, y tú deberías saber que yo no soy mediocre —replicó Jin con una sonrisa arrogante, empujando el lápiz contra el papel con énfasis—. Además, es un diseño conceptual. No estamos construyendo el Coliseo, Moretti.
Matteo bufó y se echó hacia atrás en la silla.
—El Coliseo al menos aún está de pie.
—Sí, igual que tu ego.
Ambos estallaron en carcajadas. Era una de esas risas fuertes, desinhibidas,