El amanecer filtraba su luz dorada entre las cortinas de la habitación de Jin. Afuera, el jardín dormía aún cubierto de rocío, y dentro, todo era silencio, calidez… y algo que ninguno de los dos había sentido jamás: paz.
**Matteo** despertó lentamente, envuelto en las sábanas suaves y el aroma familiar a madera y colonia de Jin. No se movió de inmediato. Se quedó allí, contemplando el rostro tranquilo de su novio dormido a su lado, con una expresión serena que no había visto en él desde que se conocían.
Estaban en la misma cama, compartiendo algo más que espacio: **complicidad**, **confianza**, y ese tipo de amor que se construye en la calma después de la tormenta.
Matteo no pudo evitar sonreír.
—¿Vas a quedarte mirándome como un acosador? —murmuró **Jin**, abriendo un ojo con pereza y una sonrisa pícara en los labios.
Matteo rió en voz baja.
—Solo pensaba… en lo afortunado que soy. En lo guapo que te ves dormido. Aunque roncas un poco.
—¡No ronco! —protestó Jin, rodando sobre él para