—Señorita, necesitamos administrarle anestesia para suturar la herida, ¿está de acuerdo con—
—No, proceda sin ella —respondí sin apartar la vista de la puerta.
Pude percibir que las personas a mi alrededor dudaban, pero nadie repitió la pregunta.
Después de un rato, me suturaron y vendaron la mano. Bajé de la cama y me tambaleé ligeramente. Me sentía mareada.
Sacudiendo la cabeza, salí de la habitación, solo para detenerme en el umbral cuando vi a Tristán parado a lo lejos, junto a una pared de cristal. Estaba hablando por teléfono, con la mandíbula tensa y los ojos mostrando la oscuridad que llevaba dentro.
—Revela todo. Para mañana, él debe enfrentar las consecuencias —le dijo Tristán a la persona del otro lado de la llamada.
Me recosté contra la pared y lo observé con atención. Bajo la luz del sol que se filtraba por el cristal, las puntas de su cabello se veían doradas y sus ojos azules se aclaraban hasta tomar un tono verdoso.
Parecía una figura de hielo, tallada a la perfección,