Gracia

A la mañana siguiente, salí de mi habitación llevando otra falda lápiz gris y una blusa blanca que Carmen me había enviado. Pero ahora me quedaba bien, en lugar de estar dolorosamente ajustada.

Perdida en mis pensamientos, bajé las escaleras solo para ver a Carmen parada al final de ellas, mirándome fijamente.

—Gracia —me llamó Carmen y asintió—. Escuché sobre tu hermana en las noticias.

Mi cuerpo se congeló en el penúltimo escalón mientras la miraba. Sus ojos eran suaves, pero había una desconfianza persistente en ellos, que se había vuelto parte de ella después de darse cuenta de que yo era Gracia Navarro.

—Yo...

—No sabía que te habían hecho algo así antes. ¿Por eso te estás quedando con nosotros? —me interrumpió como si no le importara escuchar lo que tengo que decir.

Mis mejillas se sonrojaron. —Eh... Sí, Carmen. Pero como te dije, es solo temporal y...

—No me molesta, Gracia. Esta casa es lo suficientemente grande para que no nos crucemos aunque vivamos bajo el mismo techo