Gracia

—Atrápenla —gritaron los cuatro hombres a lo lejos, corriendo hacia mí.

Mi teléfono cayó al suelo. Me agaché para recogerlo, solo para verlos acercándose. Así que me levanté y volví a correr.

Las puertas de los salones VIP de este piso estaban cerradas. Los empleados que vieron a esos hombres persiguiéndome solo se hicieron a un lado para darles paso, en lugar de ayudarme o preguntarles por qué me perseguían.

Mi respiración salía entrecortada mientras me apoyaba en la pared y continuaba tambaleándome hacia adelante.

¿Y si... Tristán no viene?

El miedo alimentaba mi instinto de correr más rápido, pero los efectos de la droga hacían que cada vez sea más difícil ver o caminar sin tropezar.

El calor se había convertido en lava fundida y peligrosa bajo mi piel, haciéndome temblar y retorcerme con cada respiración laboriosa.

—¿Crees que puedes escapar? —la voz del hombre detrás de mí sonaba muy cerca.

Miré por encima del hombro, mi vista borrosa encontró sus rostros malvados iluminado