Gracia
Cuando llegué al lugar, vestida con un cóctel verde, la fiesta de cumpleaños ya estaba en pleno apogeo. La gente conversaba mientras una suave melodía de piano sonaba de fondo.
Al entrar al salón de la Mansión Navarro que era mi hogar, varios ojos se volvieron hacia mí. La mayoría eran familiares que conocían la versión de los hechos de Lucía, y me odiaban por tratar de arruinar su reputación hace tres años al obligar a mi hermana a huir.
Tampoco me creerían porque mi hermana mayor era la hija adorada; era excelente en todo lo que hacía, y su belleza podía cautivar al corazón más duro.
Eso era exactamente lo que estaba haciendo en ese momento. Se encontraba en el centro del salón, rodeada por un grupo de personas.
Sus mechones oscuros caían en ondas por su espalda, complementando su piel clara y rostro pequeño. Sus ojos grises eran encantadores, muy diferentes a mis ojos negros y facciones sencillas. La confianza emanaba de ella, atraía la atención dondequiera que iba.
En comparación, yo no me sentía cómoda entre la gente, prefería quedarme en casa y hacer cosas con las personas que amaba en lugar de socializar. Eso se notaba y la gente pensaba que los odiaba.
—¡Graci! —De repente, su dulce voz resonó en mis oídos.
Parpadeé, dirigiendo mi atención hacia ella. Todos los ojos estaban puestos en mí. Mis padres, que estaban a su lado, compartieron una mirada de ira y decepción, mientras que los otros familiares me miraban de arriba abajo de manera humillante.
Me dije a mí misma que ya estaba acostumbrada a ese trato, pero cada vez que me veían como si debiera haber muerto hace mucho tiempo, algo se rompía dentro de mí. Sin embargo, soportaba todo con la esperanza de que pronto Esteban recobraría la cordura y regresaría a mí. El mundo no importaba mientras él estuviese ahí.
—¡Ven acá! —Lucía sonrió ampliamente, sus labios rojos lucían seductores.
Con el corazón pesado, me acerqué lentamente y me quedé a su lado. Inmediatamente, ella me abrazó con fuerza.
—¿Qué te tomó tanto tiempo, hermanita? ¿Me odias tanto que no querías venir a mi fiesta de cumpleaños? —Susurró con tristeza.
—¿Qué clase de hermana eres? Después de hacer todas esas maldades, sigues siendo arrogante —Mamá gritó, enojada.
—Mamá, por favor, no te enojes con Graci. Sabes que ella solo amaba demasiado a Esteban. Me fui porque ella lo quería, pero no es su culpa, fue mi decisión —Lucía se separó y se volvió hacia nuestra madre, quien me fulminaba con la mirada.
Era buena culpándome y actuando como si fuera inocente al mismo tiempo. No era nada nuevo, toda nuestra vida, mamá y papá la consintieron como a su tesoro.
Cuando ella quería algo, se lo conseguían, incluso si esa cosa me pertenecía, o si era algo que yo amaba y por lo que lloraría durante días, mis padres me lo arrebataban y se lo daban a ella. Al final, me decían que mi hermana lo necesitaba más que yo, que yo era fuerte y lo superaría, pero Lucía no.
"Lucía es inocente. Lucía es sensible. El corazón de Lucía es débil. Debes renunciar a todo por tu hermana mayor. No compitas con ella."
—¡Qué hermana tan desvergonzada! ¡Querer al hombre de tu hermana y aún así, actuar como si fueras inocente! —Se burló la tía María desde un lado.
Una sonrisa autodespreciativa se dibujó en mis labios. ¿Cómo era posible que mi esposo le perteneciera a ella? No lo entendía.
Esa gente estuvo agradecida cuando me casé con Esteban en lugar de Lucía, quien lo abandonó sin pensarlo, pero ahora me odiaban por eso, solo porque ella había regresado.
—Siempre fue así. Es mi culpa por no corregirla antes —Mamá suspiró, llevándose una mano al pecho.
—Rosa, está bien, no es tu culpa. Los hijos son responsables de sus errores —Papá abrazó a mamá y me lanzó una mirada furiosa.
Sus ojos me decían que me odiaba. Todos lo hacían.
—¿Qué estás esperando? ¡Discúlpate con tu mamá y tu hermana! —Añadió papá.
—Papá por favor, no seas tan duro. Graci no quiso molestarnos. —Lucía corrió hacia ellos y agarró el brazo de papá.
Así, parecían una familia perfecta: los tres. Yo no existía en ninguna parte.
¿Qué había hecho?
¿Por qué debía soportar eso?
En silencio, lo miré mientras mi corazón dolía dentro de mi pecho. ¿Por qué no podían amarme a mí también?
—¡Gracia! —Papá gritó, atrayendo la atención de otros a nuestro alrededor.
Mi corazón saltó a mi garganta y parpadeé, conteniendo las lágrimas.
—Papá, mamá... —susurré, haciendo mi mejor esfuerzo por hablar sin que se me quebrara la voz—. No me disculparé porque no hice nada malo. Me casé con Esteban porque ustedes querían que me casara con él, dejé todo para salvar su reputación. ¿Cómo puedo ser culpable ahora?
—¿Cómo te atreves? ¡Niña desagradecida! —Mamá chilló, levantando la mano para golpearme.
¡Paf!
El sonido áspero resonó en mis oídos y mi cabeza se volteó hacia un lado.
Mis padres nunca me habían querido, pero tampoco me habían pegado. Toqué mi mejilla, la incredulidad me entumecía por unos momentos.
—¡Es una desvergonzada!
—Su madre le está enseñando modales ahora.
—Se lo merece por querer al hombre de su hermana.
La gente murmuraba, sin importarles bajar la voz. Respiré con dificultad y me volví para mirar a mis padres. Los ojos de mamá traicionaron un destello de sorpresa, pero estaba segura de que yo me veía peor.
—Mamá, por favor no le pegues a Graci, todo es mi culpa —Lucía sollozó y se aferró a mamá.
Instantáneamente, la sorpresa desapareció de los ojos de mamá y la ira la llenó de nuevo. Señaló con un dedo tembloroso hacia mi cara.
—¡Más te vale dejar de causar problemas, Gracia, o repudiaremos a una hija tan terrible como tú! No queremos a alguien que apuñala a su hermana por la espalda.
Murmuré, con las manos temblando a mis costados. —¿Yo la apuñalé por la espalda?
—¡Deja de negarlo! Lo mínimo que puedes hacer es disculparte como una persona decente. —Papá se burló, su rostro anciano fruncido.
Lo miré fijamente mientras mi mente se llenaba de varios pensamientos; no había nadie para mí allí, así que era mejor que me repudiaran en lugar de sufrir esa humillación.
Me di la vuelta para irme, pero Lucía corrió a mi lado y me agarró del brazo.
—Por favor no te vayas, Graci. Mamá estaba enojada hace un momento, pero te ama. ¡Lo sabes! Siempre te ha amado más que a mí.
Suspiré. —Lucía...
—Necesitas ver el regalo que preparé para ti. —Se inclinó y me susurró al oído con malicia.
Los demás no sabían lo que había dicho, pero antes de que pudiera preguntarle algo, volvió a llorar y a rogarme que me quedara.
Sentí mi cuerpo congelado en el lugar, mi corazón dolía dentro de mi pecho. ¿Por qué nunca podían ver a través de ella?
Lentamente, mis ojos se alzaron hacia el hombre que estaba parado en la esquina, bebiendo su vino tranquilamente. Mi corazón se saltó un latido cuando sus ojos verdes se clavaron en los míos.
Esteban parecía imperturbable por la bofetada, por la humillación y el trato que recibía. En cambio, parecía como si quisiera acercarse y participar en eso.
¿Eso era en lo que nos habíamos convertido?
Una parte de mi corazón se enfrió y mis ojos se endurecieron mientras liberaba mi brazo de Lucía de un tirón. Caminé hacia adelante rápidamente, incapaz de soportar más.
—¿Qué es eso? —Una mujer jadeó.
—¿Es esa Gracia Navarro? —Otras voces se unieron.
Me detuve lentamente. No supe por qué, pero sentí que algo horrible me esperaba. Si me daba la vuelta, puede que nunca más pudiera mantenerme en pie.