Después de treinta minutos en el vehículo. Hugo tiene su mano en la sien. Intentando calmar la resaca que le está dando por culpa de esta mujer, en todo el trayecto, no ha parado de hablar. Y dijeras que es algo de importancia, pero no. Solo balbucea sobre cómo su amiga y ella pelearon por un vestido. A las aburridas fiestas a las que ha ido. Y cómo el nuevo look de no sé qué mujer no fue el más indicado. Son puros chismes que no le interesan saber. No comprende cómo el señor Hades la aguanta tanto. La verdad es que le tiene respeto por eso. Porque si fuera él, ya me habría dejado.
El vehículo por fin se detiene y Hugo no espera a que el chofer le abra la puerta. Porque sale disparado de inmediato. El valet apenas está abriendo la cajuela. Cuando Hugo llega, toma sus maletas lo más ágil que puede. El joven se queda impactado por esa actitud.
Pero Hugo no se detiene a darle explicaciones. Y camina con rapidez acercándose a la puerta.
—Hugo, no vas a ayudarme a bajar —protestó Raqu