Raquel entra encantada a la mansión de sus padres. Sintiéndose un tanto aliviada de por fin estar en un lugar de su agrado. Continúa caminando hasta llegar al vestíbulo de la gigantesca casa.
—Bienvenida, señorita —se escucha la voz del mayordomo. Que entra al lugar.
—Gracias, Ramón —dijo la rubia por encima de su hombro. Viendo ese rostro conocido. —¿Sabes dónde están mis padres? Creí que estarían aquí al saber que regresaría.
—Su padre no ha venido en toda la noche. Creo que sigue en la oficina y su madre se fue a la boutique con sus amigas y dijo que regresaría hasta tarde. —Le comunico Ramón con el típico tono de profesionalismo de siempre.
—Está bien. Que suban mis maletas a mi cuarto y que preparen el auto. Saldré en una hora —ordenó Raquel controlando un poco de su tristeza.
—Sí, señorita —asintió Ramón dejándola completamente sola.
Raquel ve hacia el segundo piso. Cambiando su vista hacia todos lados. Sintiendo la magnitud de la casa que le hace sentir cada vez