Reira ya no lo soportaba. El peso de la vergüenza, la culpa, la sensación de haberse perdido en algo tan... sucio, la aplastaba. Quería levantarse, salir corriendo, escapar de esa habitación, de esa cama, de todo lo que acababa de pasar. Le temblaban las piernas, el cuerpo aún le dolía, pero la urgencia de irse la quemaba por dentro.
Miró las sábanas, las mismas sábanas ahora manchadas, como si cada resto fuera un recordatorio de lo que había hecho. La repugnancia la invadió, como si el simple hecho de estar allí, en ese lugar, fuera un castigo. La vergüenza de lo sucedido y de lo que había permitido que sucediera la hacía sentir pequeña, sucia, como si todo su ser estuviera marcado con una mancha que no podía borrar.
Quería levantarse, pero su cuerpo seguía sin responder. La cabeza le daba vueltas, las imágenes de lo sucedido volvían a su mente una y otra vez, como un eco insoportable. Se cubrió la cara con las manos, sintiendo el escozor de las lágrimas a punto de derramarse, pero n