Alissa perdió su memoria en un accidente de tránsito. Max aún no la olvida. Tras quedarse sin recuerdos, Alissa vuelve a su ciudad de origen con su familia, encontrándose con Max Jones, un cantante en ascenso que asegura ser su ex novio. Max hará lo posible por ayudarla a recordar, adentrándose en un romance único y lleno de nostalgia. ¿Podrá su amor ser más fuerte que la amnesia?
Leer másNo podía abrir los ojos, sólo era consciente del dolor que sentía y del malestar que embargaba mi cuerpo. Al principio me lo tomé con calma, quizás, si me quedaba quieta el tiempo suficiente, lograría disminuir aquel incesante dolor en mi cabeza, sin embargo, pasados los minutos me desesperé al sentir que aumentaba.
Tampoco podía moverme, un dolor punzante atravesó mi cuerpo, apenas hice el amago, paralizándome en donde estaba. No me sentía capaz de siquiera mover mis manos y llevarlas hacia donde creía que estaba el causante de mi malestar.
Tenía que obligarme a reaccionar, abrir los ojos, levantarme y con algo de suerte, encontrar algún analgésico que me ayudara con el dolor que me embargaba. De alguna forma, sabía que no se iría solo, así que una aspirina me vendría más que perfecto.
Mi vista se encontraba desenfocada, solo veía el blanco de una habitación, algunos materiales desconocidos para mí, una gran puerta de color gris y una extraña máquina que producía un incesante y molesto sonido que no me ayudaba a concentrarme en averiguar dónde estaba.
Poco a poco, mi mente se fue aclarando y todo cobró sentido. Me encontraba en un hospital, por supuesto. Maldije mi suerte, no me gustaban los hospitales y su olor antiséptico insufrible.
La puerta de la habitación se abrió, dejando ver a un hombre bastante joven,con un cabello castaño suave y unos ojos que parecían grises, no podía estarsegura pues mi vista aún se encontraba borrosa y mi mente cada vez más confusa.Sus facciones eran delgadas y amables, una sonrisa bailaba en sus delgadoslabios. Sus cejas eran pobladas y su nariz resultaba un poco grande.
El desconocido hombre portaba una bata blanca, mi mente al fin la asoció con la imagen de un doctor. Parecía desconcertado al verme despierta, como si nunca fuese imaginado que me despertaría, pensé con ironía. Se quedó viéndome por largos segundos, hasta que por fin reaccionó y se acercó cuidadoso a la camilla.
—Vaya, miren quien regresó al mundo de los vivos— El doctor me observaba, me analizaba. Se sentó en la camilla, demasiado cerca de mí. Me resultó extraño, no creía que fuera normal que un doctor se tomara tantas libertades. ¿Quién era ese hombre que parecía tener tanta confianza conmigo? —. Sé que debes estar confundida, pequeña. Tengo que hacerte varios exámenes, prometo que intentaré no pincharte, aunque no puedo asegurarte nada. Definitivamente eso era extraño, el rostro del doctor lucía lejanamente familiar, como si lo hubiese visto en algún sueño hace mucho tiempo. Intenté hablar, preguntarle las mil cosas sin sentido que rondaban por mi mente, pero ningún sonido salió de mi boca. Me alteré, volví a intentarlo, pero sólo fui capaz de emitir un pequeño pitido. —Calma, poco a poco podrás hacer todo lo que quieras, supongo que debo explicarte algunas cosas o saldrás corriendo, aunque apenas puedas moverte —él parecía dudar, quizás buscaba las palabras perfectas para no alterarme más—. No me gusta ser yo quien dé las malas noticias, tienes que tomarte esto con la mayor calma posible, ¿Entendido, pequeña? —Esperó a que le respondiera, por lo que asentí, aunque mi cabeza apenas se movió unos centímetros—. Tuviste un accidente de tráfico hace una semana, un conductor ebrio salió de la nada, tú ibas conduciendo hacia tu casa, luego de la fiesta. Has estado todo este tiempo en estado de coma, me preocupaba que no despertaras, nos has dado un susto terrible. Sentí mi corazón acelerarse, la máquina a mi lado haciendo sonidos estridentes. Lágrimas de desesperación inundaron mis ojos, aunque traté de no derramarlas. No entendía nada de lo que estaba pasando. Por más que intentaba hablar, mi cuerpo no parecía responder, ni siquiera podía moverme. —Mierda, tranquila, cariño. Ya estás a salvo... Mírame, estás teniendo un ataque de pánico, tienes que calmarte o tendré que tomar medidas por mi cuenta. Sé que no soy el más delicado, por eso odio dar yo las malas noticias —su voz era suave, tranquilizadora. Haciendo efecto, sentí como poco a poco me calmaba—. Ven, respira conmigo, bonita, inhala, exhala... Al cabo de unos minutos mi cuerpo se relajó por completo, permitiéndome mover un poco más, intenté primero con un dedo, todo mi brazo estaba vendado, lo que hizo más difícil moverlo, sin embargo, lo estaba logrando. Me sentí un poco más preparada para hacerle preguntas, resolver al menos una de mis dudas.—¿Quién eres? —Mi voz sonó rasposa, las palabras entrecortándose, hablar me lastimaba, pero tenía que saber, me sentía demasiado confundida. Observé al doctor con atención, él parecía petrificado en su sitio, confundido, incluso logré atisbar un poco de dolor en su mirada.
—¿No sabes quién soy? —un sonido amortiguado salió de su garganta cuando negué con la cabeza—. Esto no puede estar pasando, tienes que estar bromeando. ¿Qué es lo último que recuerdas? Necesito que me respondas, pequeña. ¿Crees poder hacerlo? Sentí un dolor punzante en mi cabeza, intenté atrapar alguna de las imágenes que bailaban en mi mente, sin éxito alguno. Cuando creía saber algo, más dudas me asaltaban.¿Quién era la persona frente a mí, que tenía tanto dolor y desesperación en su mirada? ¿De dónde me conocía?
Nada podría prepararme para la siguiente pregunta que me asaltó.
¿Quién era yo?
—No recuerdo nada —esta vez el susurro no me lastimó tanto, así que intenté seguir hablando—. No recuerdo nada, el accidente, tú... yo. No recuerdo nada de mí.
Vi al doctor negar con la cabeza, la desesperación enmarcando sus facciones, parecía que no querer creer lo que estaba escuchando. Su mirada lucía atormentada, me observaba con tanto dolor, que incluso yo sentí un dolor potente en mi corazón. —Tengo que hacerte más exámenes de lo que pensaba. Debí imaginarme que no estábamos en la misma página cuando me viste como a un extraño. Claro, ahora soy eso para ti —él hablaba más para sí mismo que para mí, su voz sonaba angustiada, aunque intentaba mostrarse calmado—. Descuida, preciosa. Te prometo que haré todo lo posible para que estés bien. —¿Te conozco, cierto? No creo que así traten los doctores a sus pacientes —mi voz aún no sonaba muy bien, pero podía sentirme con más confianza. —Por supuesto que no. Yo soy Adam, tu mejor amigo y doctor personal. No puedo darte mucha más información porque es importante que tu recuerdes las cosas por ti misma —él parecía tener un conflicto interno, por una parte, el doctor necesitaba que recordara por mi cuenta, por el otro lado, según lo que él decía, era mi mejor amigo y le dolía que no supiera nada de él. —¿Cuál es mi nombre? ¿Cuántos años tengo? ¿Desde cuándo me conoces? —Las lágrimas quemaron en mis ojos, la desesperación por no recordar abundaba mi cuerpo. Eran demasiadas emociones, en tan poco tiempo. Sentía que me desbordaban, pero me prometí en ese momento intentar guardar la compostura, tenía que ser fuerte para enfrentar toda esta situación.—No puedo dejarte con la incertidumbre. No tengo el corazón para hacerlo. Tu nombre es Alissa Hart, yo suelo llamarte Allie. Tienes 23 años. Me encantaría quedarme contigo, ayudarte a aclarar tu mente, pero debo llamar a tu familia, les prometí que apenas despertaras los llamaría.
—Familia... —Por alguna razón la palabra se me hizo extraña, como si no estuviera acostumbrada a decirla. Todo era tan extraño para mí.
Me sentía tan confundida y perdida, tan enredada. Mi nombre era Alissa, pero mi mente no la asociaba con nada más. No podía recordar siquiera mi segundo nombre.
—Han estado aquí desde el accidente, quizás estar con ellos te haga bien —dijo Adam, pensativamente.
Quise decirle que se quedara, pero justo entonces el doctor salió de la habitación, dejándome con más preguntas que respuestas. Por el momento, todo lo que sabía era mi nombre y mi edad. También que tenía una supuesta familia, aunque no supiera nada de ellos.Jamás se imaginó que despertar sin recuerdos, sería el menor de sus problemas.
Max JonesLa magia del momento se rompió por completo. El hechizo del que había sido presa deshaciéndose lentamente. Como si un balde de agua helada me hubiese caído encima. Me alejé lo máximo posible, sin llegar a levantarme del taburete. Estaba totalmente sorprendida por sus palabras. La primera vez se lo había dejado pasar, pero esto no podía ser una casualidad.¿De qué me estaba perdiendo?—¿Te conozco? —Mi voz salió tan temblorosa que, por un instante, me sentí patética.—Oh vamos, Lissie. ¿Fingir que no me conoces? Esa es nueva —Había una sonrisa en su rostro, que se me antojó como una cruel burla. Su expresión era tan socarrona, se estaba divirtiendo a mi costa, haciéndome enfadar cada vez más. ¿Quién se creía él que era? —. ¿Me dirás que también olvidaste mis besos? ¿Lo bien que lo pasabas en mi cama?No pude aguantar ni un segundo más, no iba a quedarme escuchando las sucias palabras que salían de su boca. Mi mano se elevó en el aire, estaba dispuesta a darle la cachetada de
Tenía una misión.Algo tan importante que no podía ser dejado a nadie más.Sentía la adrenalina corriendo por mis venas, no iba a perder, no en esta ocasión.Mi respiración se encontraba acelerada, mientras los nervios comenzaban a invadir mi cuerpo. Podía sentir mi corazón latir con fuerza ante la ansiedad a la que me estaba sometiendo.Nunca encontrar que ponerme había sido tan difícil.Lo que mi hermana había empacado para mí era bastante simple, nada muy reluciente ni elegante. Pantalones, camisetas, camisas y una que otra falda. No existía un vestido entre ellos.Era bastante deprimente.No sabía cómo había sido mi vida antes del accidente, pero mi armario dejaba evidencia el estilo de vida que había llevado.Claro que todo sería mucho más sencillo de haberme negado a acompañar a Hannah en primer lugar. Ahora la misión imposible estaba a punto de terminar con mi paciencia.Una idea cruzó por mi mente. Según lo que Hannah me había comentado, todo seguía igual desde que me marché,
Luego de recibir diez mil instrucciones de Adam, quien resultó ser increíblemente sobreprotector conmigo, además de su reiterada propuesta de que podía irme con él y no matarlo de la angustia, al fin era libre. Fue complicado para él dejarme ir, pero había logrado montarme en el vehículo con mi familia, rumbo a mi antigua ciudad.Mi padre manejaba, concentrado en la carretera, mientras que mi madre iba entretenida en su celular, de copiloto. Hannah me ofreció el puesto de la ventanilla, alegando que solía ser mi favorito siempre que viajábamos en familia.Noté, con un extraño sentimiento en el pecho, que la única que parecía conocerme era mi hermana menor.Ethan no me había dirigido la palabra en todo el viaje, parecía concentrado en lo que fuera que estuviera viendo en su teléfono. Aunque anteriormente me había sorprendido con varias visitas al hospital. Siempre se mostraba serio, pero había cierta calidez en sus acciones.No era alguien fácil de entender, su manera de demostrar afec
Hannah había ido a mi departamento apenas le comenté que me iría con ellos a su ciudad. Mi hermana no pudo con la emoción, me abrazó y me dijo lo mucho que le encantaba la idea de tenerme de vuelta. Empacó todas las cosas que le parecieron importantes para mí, incluyendo un álbum de fotos para ayudar a mi memoria, aunque aún no me había atrevido a ojearlo. Temía encontrar miles de caras sonrientes desconocidas, miles de momentos que jamás regresarían.Admiraba el carácter de Hannah. La notaba como una chica hermosa y con la mejor disposición a ayudar. Siempre que la veía cargaba una hermosa sonrisa en su rostro y una energía desbordante. Su cabello rubio caía largo hasta su espalda, sus ojos verdes lucían muy parecidos a los míos, aunque ella tenía pequeñas motas doradas alrededor del iris. Siempre la veía maquillada y elegante, sus pestañas eran impresionantes y sus labios siempre lucían del color de las cerezas.Me había contado que tenía diecinueve años y que estaba estudiando admi
Entré a mi habitación tarareando una melodía que resonaba en mi cabeza. No podía recordar dónde lo había escuchado, ni de qué iba la letra, pero en el camino me la pasé tarareando alegremente, justo antes de notar que no estaba sola.Estaba totalmente petrificada. Me había imaginado demasiadas cosas sobre mi familia, en el corto tiempo que llevaba despierta. Imaginaba a una madre bajita y gordita, con un cabello corto y castaño, con mucho amor en su mirada. Me imaginaba a un padre bromista, alto, con un porte relajado a pesar de ser la autoridad, quizás un poco severo cuando se molestaba.Quizás el problema fue que imaginé mucho.El ambiente en la habitación del hospital se sentía pesado, demasiado tenso. Pude sentir mi corazón acelerarse y mis piernas flaquear. No estaba preparada para lo que me encontré, luego de abrir la puerta. Había cuatro personas de pie, esperando por mí. Por un momento deseé tener a mi amigo cerca. Adam sería un buen escudo para mí, él no dejaría que nada malo
Me había despertado temprano ese día, como si sintiera que algo iba a cambiar toda mi vida por completo y la ansiedad no me permitiera dormir.El día anterior, Adam me había acompañado todo el tiempo que le fue posible, explicándome algunas cosas. Me estuvo comentando lo más básico sobre mí misma, me habló un poco sobre nuestra amistad, y además me explicó sobre todas las heridas que tenía. Mi brazo izquierdo estaba lastimado, mucho. Al parecer me había cortado con la ventanilla del auto. La lesión en mi cabeza era la más preocupante, tendría una cicatriz de al menos ocho centímetros justo en el nacimiento de mi cabello.Me hizo muchos exámenes, cada uno más tonto. Tocar mi nariz con una mano mientras que la otra la ponía sobre mi cabeza, me había sentido como toda una idiota, pero hice caso a sus palabras. Había mencionado que era importante ver que no había otro tipo de daño en mi cerebro.Al parecer, no me gustaban las inyecciones, pensé, arrugando la nariz en disgusto ante la idea
Último capítulo