Lara
Mi piel quema.
Es un fuego que me recorre de la cabeza a los pies, acompañado de corrientes eléctricas que me hacen temblar.
Este beso es tan delicioso, tan apasionante, tan sensual, que siento que necesito más de él.
Estoy dividida: una parte de mí se siente bien, otra siente que está mal.
Este beso se siente tan, tan sabroso… tan electrizante, ardiente, arrasador, pero al mismo tiempo, tan incorrecto.
Mis manos tiemblan sobre la espalda de Arion, y mis labios se mueven al compás de los suyos. Su lengua busca la mía, y cedo.
Nuestros cuerpos se chocan y se funden, necesitados, deseosos de más.
Puedo sentir su dureza contra mí.
Los sonidos de nuestros besos se imponen, al igual que nuestros jadeos; nuestras respiraciones se chocan, y la cama se hunde ligeramente cuando Arion presiona sobre mí, como si quisiera que sintiera lo mucho que me desea.
Yo también lo deseo, de una manera enloquecedora, ilícita, que me hace sentir culpable.
Muy en el fondo, una vocecita me grita que me de