92. El silencio que elegí
A veces la paz no se encuentra; se fabrica con las ruinas de lo que fuiste.
Las calles de San Telmo
El sol de media mañana bañaba los tejados de San Telmo del Mar con una luz dorada, tranquila.
El aire olía a pan recién horneado y a sal, como si el mar respirara con el pueblo.
Valentina caminaba por la calle principal con una carpeta de documentos bajo el brazo, el cabello suelto y una sonrisa suave que parecía sincera.
Había pasado tanto tiempo desde que su vida fue solo calma, que aún le sorprendía no sentir miedo al despertar.
Nadie la seguía. Nadie la miraba con recelo.
Solo era Valentina Rizzo, o, mejor dicho, Valentina Ruiz, el nombre que usaba desde que llegó a España.
Su departamento estaba en la parte alta del pueblo, con vista al mar.
Por las mañanas trabajaba en la pequeña oficina de una editorial local, traduciendo textos del italiano al español.
Era un trabajo simple, mecánico, pero seguro.
Y, sobre todo, sin pasado.
-- Buenos días, Valentina -- la saludó una mujer desd