75. Líneas que no se cruzan
En este juego no gana el que grita más fuerte, sino el que hace temblar con una mirada.
Regreso a Milán
El jet aterrizó en el aeropuerto privado de Milán poco después de las tres de la madrugada. La pista estaba envuelta en una niebla espesa que se deslizaba como un velo sobre el asfalto iluminado por luces amarillas. El silencio de la madrugada era casi absoluto, roto solo por el ruido metálico de las escaleras móviles y el murmullo apagado de los hombres de Luca esperándolos abajo.
Luca bajó primero, con el abrigo negro abotonado hasta el cuello y esa expresión suya que no necesitaba palabras para imponer respeto. Nico lo siguió unos pasos detrás, cargando solo una maleta de mano. A pesar de las horas sin dormir, Luca no parecía cansado. Su rostro tenía la dureza de alguien que ya estaba pensando en la siguiente jugada.
Falco estaba esperándolos al pie de la escalera. Su silueta alta y robusta destacaba contra la neblina. Cuando Luca llegó junto a él, lo saludó con un leve movimient