68. Sombras que regresan
A veces, el peligro no ruge… solo respira muy cerca.
La noche se filtraba por la ventana de la pequeña oficina como una marea gris.
Valentina llevaba horas frente al computador, los ojos cansados, el cabello recogido en un moño desordenado, rodeada de papeles, notas y tazas de café a medio terminar.
El reloj marcaba las once, pero ella seguía escribiendo.
En su pantalla, un artículo a medio camino entre la denuncia y la confesión: Los silencios que matan: corrupción y poder en las licitaciones públicas.
Cada palabra le pesaba más que la anterior.
Desde que había decidido escribir por cuenta propia, sin el respaldo de ningún medio, su nombre empezaba a circular entre periodistas independientes, pero también en círculos donde no debía sonar.
El zumbido del fluorescente sobre su cabeza le provocaba dolor de cabeza.
Abrió una carpeta, revisó los nombres, tachó algunos.
Todo parecía normal… hasta que alguien tocó la puerta.
Un golpe seco.
Uno solo.
Valentina se quedó quieta.
El edificio es