67. Entre la lealtad y el amor
Hay promesas que se rompen en silencio, no por falta de amor, sino por miedo a elegir.
El reloj marcaba las nueve con veintitrés minutos cuando Giulia volvió a mirar hacia la puerta del restaurante.
La copa de vino frente a ella seguía intacta; el hielo del agua se había derretido por completo.
Había elegido una mesa junto a la ventana, donde la luz de las farolas caía con suavidad sobre el mantel blanco, y cada vez que el sonido de la campanita de la puerta se mezclaba con el murmullo del local, su corazón latía con una esperanza infantil.
Pero no era él.
Nunca era él.
Una pareja reía en la mesa contigua. Más al fondo, un grupo celebraba un cumpleaños con un pastel y aplausos.
Giulia se obligó a sonreír para no parecer fuera de lugar, pero por dentro, la paciencia se le deshacía poco a poco.
Era la tercera vez en el mes que Nico la dejaba esperando.
Y lo peor no era el plantón. Era el silencio. Ese maldito silencio que él usaba como excusa, como si la falta de explicaciones fuera una