59. La huella del ingeniero
A veces, la verdad no se encuentra en los grandes titulares, sino en las huellas que alguien intentó borrar.
La oficina pequeña de Valentina estaba sumida en penumbra. La lámpara de escritorio proyectaba un círculo de luz amarilla sobre el montón de papeles, resaltando las ojeras que se le marcaban bajo los ojos. Afuera, la ciudad dormía; adentro, el tiempo parecía detenido en la respiración agitada de una mujer que no podía rendirse.
Habían pasado apenas unas horas desde el encuentro con Luca. Sus palabras seguían latiendo en su cabeza como un eco imposible de apagar: “Cuando la verdad llegue a ti, no me odies más de lo necesario.” Esa frase se había convertido en gasolina para su obsesión. Sabía que no podía detenerse; que si lo hacía, estaría concediendo la victoria a quienes habían cubierto la muerte de sus padres con papeles manchados de mentiras.
Abrió su laptop y volvió a teclear el nombre que llevaba persiguiendo desde la tarde: Renato Bianchi. Ingeniero civil, cuarenta y siet