47. Sombras con nombre propio
Hay miradas que rozan más que un beso y silencios que dicen lo que los labios aún callan.
El reencuentro intencional
Giulia caminaba por el centro de Roma con paso distraído. Había prometido pasar por una librería pequeña en el Trastevere, un rincón que adoraba desde la universidad. El aire olía a café recién molido y a pan caliente de las panaderías cercanas, un contraste que le arrancó una sonrisa después de un día largo.
Entró en la librería y comenzó a revisar las mesas de novedades. Pasaba las páginas de un poemario cuando una voz masculina, grave y cálida, interrumpió su concentración.
-- Qué curioso. Justo ese libro dice más en los silencios que en las palabras.
Giulia levantó la vista. Nico estaba allí, apoyado con naturalidad contra la estantería. Vestía una chaqueta oscura y una camisa sin corbata, con el cuello abierto. La sonrisa leve que asomaba en sus labios parecía un guiño directo a lo que había ocurrido en el bar días atrás.
-- ¿Otra casualidad? -- preguntó Giulia, ar