38. Entre el sueño y la vigilia
El despertar en el hospital
El sonido persistente de un monitor cardiaco marcaba un ritmo acompasado en la habitación blanca. El aire olía a desinfectante y a un leve aroma metálico. Valentina abrió los ojos lentamente, cegada por la claridad que entraba por las persianas entreabiertas. El pecho le dolía con cada respiración, como si hubiera corrido kilómetros, y su garganta estaba seca, áspera, incapaz de emitir sonido.
Movió los dedos con torpeza, como si no le pertenecieran, y recién entonces sintió la frialdad de la aguja en su mano, el peso de los cables que la conectaban a las máquinas. Se incorporó apenas, confundida, la mente tratando de aferrarse a algo real.
-- ¿Luca? -- susurró con voz quebrada, apenas audible -- ¿Dónde está Luca? --
Un movimiento en la esquina de la habitación llamó su atención. Una figura familiar se levantó de la silla donde había estado dormitando. Su tía Ángela, con el rostro cansado y los ojos húmedos, se acercó apresuradamente a la cama.
-- Valentina