El día había llegado. Bogotá amaneció con un cielo gris, como si incluso el clima presintiera que esa jornada no sería fácil. La prensa llevaba semanas especulando sobre la colección de Rivas Couture: hablaban del romance, de los sabotajes, de los rumores de contratos ocultos… todos esperaban el debut con la misma avidez con la que un depredador espera a su presa.
El backstage era un hervidero de nervios. Modelos corriendo de un lado a otro, maquilladores ultimando detalles, costureras ajustando dobladillos en el último minuto. Yo, con mi cuaderno en la mano, apenas podía respirar. Cada vestido que había sobrevivido al ataque representaba no solo un diseño, sino una victoria contra las sombras.
Alejandro entró al camerino con paso firme. Su traje negro resaltaba su porte elegante, y sus ojos brillaban con esa mezcla de furia y esperanza que solo él podía sostener.
—Hoy no habrá margen de error —dijo en voz alta, captando la atención de todos—. Cada puntada, cada paso, cada mirada en la