60. La felicidad todavía no era un hecho

La mañana del día siguiente, a primera hora, ella se presentó en el hospital custodiada por los hombres de negro. Era así cómo los había nombrado Salomé cuando se supo — sin saber los motivos — seguida por esos señores grandes de trajecito oscuro.

Periodistas no solo seguían merodeando la casa de los padres de Cristo, sino que el hospital tampoco seguía siendo un lugar seguro para entrar, ya que todas las entradas estaban abarrotadas de ellos.

Formando un escudo alrededor de ella, el equipo de seguridad le consiguió el ingreso sin tener que dar explicaciones o que su cara fuese la portada de la próxima revista de cotilleo.

Cuando se supo a salvo, tomó una bocanada de aire y se quitó la chaqueta de con capucha que le había facilitado uno de los hombres, y con apenas audible gracias, entró a la habitación de su hombre.

Él ya estaba sentado en el filo del colchón cuando ingreso y Leandro atendía sus necesidades cómo ayudarle a colocarse una camisa de la muda de ropa que notó le habían tr
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