23. Quiero que estés consciente de lo que haremos

El resto de ese día estuvo más inquieto que de costumbre, encendió la fogata como había prometido a su hija y allí estuvieron un rato, los tres, divirtiéndose con las ocurrencias de la niña y compartiendo muy de vez en cuando esas miradas cargadas fuego, electricidad, ajenos por un segundo al entorno que los rodeaba; lo cierto era que el brasileño se sentía demasiado intrigado por lo que esa mujer despertaba en él, y ella… bueno, ella no se sentía muy diferente, ese hombre le atraía muchísimo, tanto que no podía pensar con claridad cuando estaba cerca de él, cuando la tocaba, cuando susurraba palabras que la hacían pasto de sus instintos más carnales.

Como a eso de las nueve apagaron el fuego, claro, el de la fogata, pues el de ellos al parecer seguía más vivo que horas antes. Subieron en completo en silencio, mirándose de reojo y conteniendo esas terribles ganas que tenían de saltar el uno sobre la otra. Ella ya lo tenía todo preparado en la habitación de la muñequita para hacer la p
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