21. Te veo en mi habitación a las cinco
No podía seguir con aquel jueguito de toma y quita. Cada vez que se veían era una bomba de tiempo a punto de estallar, disfrutaban sin límites o como si el mañana no existiese, pero después… después todo era tensión e indiferencia.

Se terminó de vestir y bajó a cenar como de costumbre. En la mesa ya lo esperaban Bruna y Caterina, perfectamente acicaladas y ocupando sus respectivos puestos en la mesa.

— ¿Galilea no bajará a cenar? — preguntó la segunda al ver que solo eran ellos tres.

— No la tutees, es la niñera — le recordó su hermana con postura erguida.

Cristo alzó la vista y las miró a cada una con gesto serio.

— Sí, es la niñera, pero se llama Galilea y así se le tratará, dudo mucho que a usted le guste ser tratada como “la tía solterona de Cecilia” — habló, inescrutable. Bruna apretó los dientes y regresó a su plato.

El brasileño también regresó al suyo y oteó discretamente el reloj que colgaba en su muñeca; habían pasado diez minutos desde que dieron las ocho. ¿No pensaba
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