Capítulo 37: Primeras sonrisas

La luz matutina entraba por las ventanas de la habitación, suavemente filtrada por las cortinas de lino. Era un día tranquilo luego de algunos meses, sin demasiados ruidos en la casa, y en el centro de esa paz, Leonardo estaba sentado en su silla de ruedas, sosteniendo a Leonora en brazos.

La pequeña vestía un enterizo blanco con pequeños ositos bordados, y sus ojos grandes y oscuros observaban a su padre con una fascinación que sólo los bebés pueden expresar.

Leonardo movía suavemente los dedos frente a los ojos de la niña, quien seguía cada movimiento con una atención hipnótica. Sus manitas intentaban aferrar los dedos de su padre, y cuando al fin logró agarrar uno, emitió un leve gorjeo, una especie de balbuceo que hizo que Leonardo sonriera sin darse cuenta.

En ese instante, Leonora soltó una pequeña carcajada, un sonido tan puro y sincero que a Leonardo se le detuvo el corazón por un segundo. Ella lo miraba con tanta devoción, con tanta inocencia, como si él fuera todo su mundo,
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