Arrodillada frente a su amo, tragando saliva en abundancia al tenerlo jugueteando con su lengua y con la entrepierna igual de húmeda y hambrienta, Sheily estuvo lista... Para hablar.
—¿Cuántos años tenías cuando lo hiciste por primera vez? —preguntó él, en un tono más que cordial, quitando los dedos de la boca de Sheily. Le desabotonó el primer botón de la chaqueta. Ella no llevaba blusa debajo y se deleitaría la vista mientras oía sus respuestas.
—Dieciséis —confesó ella, en un suspiro.
—¿Estabas enamorada? —indagó él.
—No —respondió de inmediato, tajante.
—¿Te corriste? —indagó mucho más él, con el morbo brillando en sus ojos.
Sheily asintió y se lamió los labios cuando él le desabrochó el siguiente botón. Hacía demasiado calor y la ropa le sobraba.
—Háblame de la primera vez que te excitaste, quiero saber cómo nació este deseo que te llevó a estar hoy a mis pies.
Era como estar en terapia, pensó Sheily, hasta que los dedos del terapeuta tantearon la sensible piel de u