Presa de una incredulidad que le cortaba el aliento, Sheily no terminaba de creer que Zack hubiera venido por ella.
—Sheily, ¿qué esperas?
Ella reaccionó por fin y corrió por el muelle. Zack le tendió la mano, ayudándola a subir al yate. La atrajo hacia sí y sus labios se encontraron después de tanto tiempo, en un beso que avivaba las llamas que nunca se extinguieron.
Convencida de que él la había perdonado, le aferró la cabeza y recorrió su boca para confirmar que todo seguía siendo justo como lo recordaba.
Quiso extremar el contacto y se pegó a él, frotándose, impregnándose de su calor, gimiendo por el exquisito placer de volver a sentir su corazón latiendo junto al suyo.
Le quitó la camiseta y acarició por todas partes, con una fascinación casi desesperada, mientras una voz lejana la llamaba.
«Sheily», decía Johannes. Ella ignoró el llamado, enfocada en quitarle el cinturón a Zack, con el ardiente deseo de follar ahí mismo.
«Sheily, no te duermas bajo el sol».
¿Dormir? C