Sheily regresó a la mesa y se sintió más relajada, incluso cuando Williams volvió.
—Nadie supera mi swing —presumía Tudor. Cada charla con él acababa en sus andanzas en el campo de golf—. Zack no juega, ¿juegas tú, Johannes?
—No cuento con mucho espacio en mi agenda para el ocio, pero mis pasatiempos incluyen actividades de mayor impacto y exigencia física que el golf y sus carritos. El año pasado escalé el monte Everest.
A Tudor ya no le quedaron más ganas de presumir y Sheily se vio sonriendo sin proponérselo.
—No debe quedarte mucho tiempo para la familia, ¿eres casado? —preguntó Melanie, que no perdía oportunidad para jugar sus cartas.
Sheily no se imaginaba a la turgente Melanie siendo castigada hasta la extenuación por el portentoso hombre que conquistaba los picos más elevados del mundo. Qué aburrido debió ser en comparación juntarse a hacer indecencias con ella.
—Estoy soltero. ¿Por qué casarse si con menos atribuciones una mujer puede desempeñar la misma funció