Michaela despertó a las seis de la mañana después de tres horas de sueño fragmentado. Nick ya estaba en el teléfono en la sala, su voz baja y tensa filtrándose a través de la puerta. Ella se quedó en la cama, mirando el techo, tratando de organizar el caos en su cabeza.
Veinticuatro horas para decidir su vida entera. Genial. Sin presión.
Intentó hacer una lista de pros y contras, pero después de veinte minutos, el papel solo decía: "OPCIÓN 1: TODO MALO. OPCIÓN 2: TAMBIÉN TODO MALO. OPCIÓN 3: ¿??????"
Muy útil.
A las siete, intentó yoga. Duró exactamente cuatro minutos antes de darse por vencida. Su cerebro no estaba diseñado para el silencio meditativo cuando su vida estaba implosionando.
A las ocho, Nick entró con café y expresión de disculpa.
—Tienes que irte, ¿verdad? —preguntó ella.
—Tengo llamadas con tres clientes que están "preocupados" por la estabilidad de la empresa. —Hizo comillas en el aire—. Básicamente quieren saber si vamos a colapsar antes de que terminen sus contratos.