El jet privado era exactamente el tipo de exceso que Michaela había imaginado: asientos de cuero color crema que probablemente costaban más que su auto, una barra completamente surtida, y suficiente espacio para que diez personas viajaran cómodamente. Lástima que solo fueran tres, y dos de ellos parecían haber olvidado que la tercera existía.Michaela se había instalado en un asiento junto a la ventana, laptop abierta, auriculares puestos en lo que esperaba fuera una señal universal de "déjenme en paz". Había funcionado durante los primeros veinte minutos. Luego Sofía había decidido que el francés era el idioma apropiado para discutir estrategias de negocios.—Mais non, Nick, tu ne comprends pas— La voz de Sofía flotaba desde los asientos frente a ella, musical y animada. —Le problème avec Wagner n'est pas seulement légal, c'est personnel.Nick respondió en el mismo idioma, su francés sorprendentemente fluido. Michaela no tenía idea de qué estaban diciendo, pero por el tono, parecía u
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