Salí de esa habitación, de nuevo, y solté todo el aire que tenía.
Aunque esa faceta que le estaba dando a Adam de mujer hastiada y a punto de sacar las garras me la jugaba muy bien, en realidad, me estaba muriendo de miedo por dentro.
Esta mezcla de incertidumbre, rabia y miedo por lo que este hombre pudiera hacer.
Pensando bien lo que le había dicho a Dany hace unas horas, Adam terminó haciendo eco a ese mezquino pensamiento. Tal como el desgraciado que era, es probable que pudiese hacer cualquier cosa, como mero capricho, y yo, pagando como una estúpida las consecuencias de un berrinche sin escrúpulos.
Podría ir a la cárcel.
Esa era mi realidad.
Quizá mi padre y toda la flotilla de su bufet pelearían por no dejarme como una paria, pero, Adam tenía mucho dinero y esa era una verdad nauseabunda. Él podría hacer lo que quisiera. Y yo simplemente podía arrastrar mi gelatinoso cuerpo tras las rejas.
¿Y mis hijos?
¿Qué futuro les depararía?
Mis pensamientos estaban teniendo rienda