CAPITULO 42 MI PECHO DUELE

Me dejé caer en la silla más cercana, saqué de mi bolso el libro que había tomado a las apuradas, Virginia Woolf era la que había ganado, así que comencé a leer, con el celular al pendiente por si algo sucedía.

Un poco más de hora y media mi tranquilidad y un cuarto de libro después terminaron.

—¿Así que estás leyendo?

Solté un ligero suspiro.

—¿Qué otra cosa puedo hacer para evitarte?

Adam soltó una especie de carcajada.

—Al final terminé aquí—murmuró—¿Qué sucedió?

Continúe viendo mi libro.

—Te estabas muriendo por temperatura… tienes un esguince y… una hernia en la columna.

—¿Qué? —irguió la cabeza, pero el movimiento rápido lo hizo soltar un quejido.

—Solo necesitarás analgésicos y mucho reposo—lo miré de reojo.

Rendido dejó caer su cabeza en la almohada.

—O sea que no puedo trabajar.

Rodee los ojos.

—No puedes esforzarte.

Enarcó una ceja y estiró su mano hacia mí, me quitó el libro de las manos.

—¿No puedo esforzarme? —sonrió descarado, con ese característico mirar de medias luna
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