Mundo ficciónIniciar sesiónLa lluvia fina caía sobre el callejón oscuro, lavando el hedor a basura y descomposición, pero no el que emanaba de la rejilla de hierro oxidado en el suelo. Alessandro, sin la menor señal de guantes o de la elegante indiferencia con la que solía delegar tales tareas, se agachó. El metal gimió cuando su fuerza bruta lo arrancó de su sitio. El hedor a cloaca, a una ciudad enferma y subterránea, los golpeó como un puñetazo en el estómago. Alessandro lo ignoró.
Luciano, con una sonrisa torcida que no alcanzaba sus ojos, se apoyó contra la pared. —Bienvenido a mi mundo, Su Majestad.
Alessandro gruñó, sin apartar la mirada del pozo negro. Su orgullo, su imperio, todo se había desvanecido. No había tiempo para sutilezas. Bajó primero, sus botas chapoteando en el fango y el agua sucia. Un gruñido bajo se escapó de sus labios







