Capitulo 57. La Caja de Secretos
La pregunta de Isabela quedó suspendida en el aire, una demanda que era a la vez una súplica y una orden. Elena se quedó inmóvil en el umbral, su mano todavía en el pomo de la puerta, su rostro una máscara de conflicto. La lealtad a Alessandro, su señor actual, el hombre que le pagaba y del que dependía, estaba en guerra directa con una lealtad mucho más antigua, mucho más profunda, a la memoria de la mujer a la que había servido y querido.
—No sé si debería, mi niña —susurró finalmente, su voz tensa—. Hay... hay historias que es mejor dejar enterradas. Por el bien de todos.
—¿El bien de quién, Elena? —presionó Isabela, su voz suave pero implacable—. ¿El bien de un hombre que se está ahogando en su propio dolor en la habitación de al lado? ¿O el bien de una mentira que ha envenenado a dos familias durante veinte años?
Elena desvió la mirada, incapaz de sostener la de Isabela.
—Te lo pido no como la prisionera de Alessandro —continuó Isabela, dando un paso hacia ella—. Sino como la hij