Capitulo 33. La Prueba de la Verdad
Isabela sabía que Alessandro la estaba observando. Podía sentir su paranoia como una segunda piel, una capa de electricidad estática en el aire del búnker. Cada vez que entraba en una habitación, sentía su mirada en la nuca, ya fuera a través de una lente de cámara o de sus propios ojos. Sabía que él estaba buscando el arma que ella ahora ocultaba, que estaba revisando sus movimientos, analizando sus palabras, buscando la fuente de su nueva y aterradora calma.
Y sabía que no podía quedarse quieta. Una presa que se queda quieta bajo la mirada del cazador es una presa que ya ha aceptado su destino. Y ella acababa de empezar a escribir el suyo. No bastaba con tener el conocimiento; tenía que usarlo. Tenía que presionar su ventaja, no para revelar su mano, sino para forzarlo a él a revelar la suya. Su próximo movimiento tenía que ser más audaz, tenía que parecer una locura estratégica, pero estar anclado en una lógica tan impecable que él no pudiera rechazarla sin admitir que el juego est