—¿Cómo…?
—Tengo recursos. Y cuando se trata de protegerte, los uso todos. Solo lo sabemos tú y yo.
Sentí un nudo en la garganta. No por la acción —aunque era monumental—, sino por lo que implicaba. Que alguien se tomara tantas molestias por mí. Por algo que ni siquiera le correspondía a él limpiar.
Vincent, el hombre al que muchos temían y otros tantos querían imitar, había movido cielo, tierra y dinero por proteger una parte de mí que ni siquiera estaba segura de querer conservar.
—Gracias —susurré.
Él se acercó y me besó la frente, como tantas veces, pero esta vez con una ternura que me desarmó.
—Ya no tienes que huir de tu historia —dijo—. Porque ahora es solo eso: una historia. Y tú estás lista para escribir otra.
Esa noche, mientras el mundo se tragaba nuestra declaración pública con hambre de novela romántica, mientras los medios nos analizaban y los fans nos adoraban o cuestionaban, yo solo podía pensar en eso.
En lo mucho que había cambiado.
De la escritora bloqueada que busca