Según el plano estaban lejos de la oficina principal, así que nada debía pasar si se abría un poco la puerta de acceso a la escalera. Malena giró la manilla con extremo cuidado y abrió algunos milímetros nada más. El piso estaba casi oscuro, silencioso, pero para su suerte y su desgracia era casi todo de cristal, las oficinas eran abiertas y aun a treinta metros pudo ver la figura agitada de Giordano Massari.
Lo malo era que, si ella podía verlo, él también los vería llegar. Sus ojos pasearon la estancia buscando a Mía y al bebé, pero no los encontró por ningún lado.
—Solo hay otros tres hombres en el piso además de Massari y Anthea. —Malena habló por su intercomunicador alertando a los demás—. Zolo, tienes uno junto a tu punto de acceso, tres metros a las seis en punto.
—Copiado.
—Archer, tu pu