La tarde había caído sobre la mansión Delacroix con una pesadez que parecía presagiar tormenta. Clara había pasado las últimas horas con Sophia en la habitación de la niña, intentando mantener algún tipo de normalidad mientras el mundo se desmoronaba a su alrededor. Habían practicado letras, leído cuentos, dibujado. Pero ninguna de las dos podía concentrarse realmente.
Ahora, con Sophia finalmente dormida—exhausta por las tensiones del día—Clara había salido al pasillo, necesitando desesperadamente aire fresco o al menos un cambio de escenario. Fue entonces cuando escuchó las voces.
Venían del estudio de Adrian, justo al final del corredor. La puerta estaba entreabierta, y aunque Clara sabía que no debería escu