La mañana siguiente amaneció gris y fría, con nubes densas que amenazaban tormenta. Clara había pasado otra noche en vela, meciendo a Sophia hasta que la niña finalmente se durmió, exhausta por las emociones del día anterior. Ahora, con Sophia todavía dormida, Clara había bajado temprano para preparar las lecciones del día, necesitando desesperadamente algo de normalidad en medio del caos.
El estudio que usaba para las lecciones estaba en el ala este de la mansión, una habitación pequeña pero luminosa con ventanas que daban al jardín. Clara estaba organizando los libros de Sophia cuando notó algo extraño: uno de los cajones del escritorio antiguo estaba ligeramente abierto, como si alguien lo hubiera forzado durante la noche.
Con el ce&