La enfermedad llegó sin advertencia. Sophia había estado jugando normalmente durante la tarde, pero cuando llegó la hora de la cena, la niña se negó a comer. Clara notó inmediatamente el brillo febril en sus ojos, el rubor antinatural en sus mejillas.
Para cuando cayó la noche, Sophia ardía en fiebre.
Clara había enviado inmediatamente por el médico de la familia, quien había examinado a la niña con expresión grave. Neumonía, había diagnosticado. No grave todavía, pero requería vigilancia constante durante los próximos días.
—Alguien debe quedarse con ella toda la noche —había dicho el médico—. La fiebre podría empeorar. Necesita paños fríos cada hora y líquidos cuando esté consciente.
Lady Mercy había sugerido que una de las criadas se quedara, pero Sophia se había aferrado a Clara con tal desesperación que incluso ella tuvo que ceder. Así que Clara se había instalado junto a la cama de Sophia, preparándose para una noche larga.
Ahora, pasada la medianoche, Clara sumergía otro paño en