38. De tal palo, tal astilla
38. De tal palo, tal astilla
Nova sentía que volaba sobre una nube. Estaba como una adolescente. Miraba a Knox y sonreía.
—Deja de mirarme tanto o me vas a desgastar —dijo con una sonrisa en los labios.
Knox tenía puesta toda la atención en la carretera, pero podía sentir la mirada intensa de Nova sobre él.
Era como una sutil caricia sobre su piel, quemaba, pero no dañaba.
—¿Cómo sabes que te estoy mirando? —preguntó, apartando los ojos, viendo a través del cristal de la ventanilla.
—¿No lo estás haciendo?
Nova no respondió. Sus mejillas ardieron y sintió un ligero sonrojo invadirlas.
Knox le dedicó una rápida mirada. Una de sus manos soltó el volante para atrapar los dedos de Nova.
—Me encanta que me mires, Nova. Me haces sentir fuerte y poderoso.
Ella lo miró.
—Tengo tanto miedo de despertar y darme cuenta de que todo es un sueño —murmuró.
Knox suspiró.
—Me pasa lo mismo. Soñé tantas veces con este reencuentro que hay momentos en que temo seguir soñando.
—Qué tontería —musitó Nova,