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Cap. 5. Estoy pidiendo el divorcio

Caroline caminaba por el pasillo de la mansión, con los dedos rozando los muebles que habían visto sus silencios y sus lágrimas. Esa tarde Leonardo no estaba; le habían dicho que tenía reuniones de negocios, pero un instinto, esa sensación de siempre, le dijo que debía revisar. No era curiosidad, era supervivencia.

Al abrir un cajón del escritorio que él había dejado entreabierto, encontró el teléfono olvidado de Leonardo. Sus manos temblaron. Por un segundo dudó: no quería saber. Pero la verdad, siempre, tenía un precio que estaba cansada de ignorar.

El primer mensaje que leyó hizo que el café que había tomado esa mañana le subiera al pecho, palabras íntimas, afectos robados, planes de encuentros en el departamento que le había puesto a la mujer. Otro mensaje y otro más, fotografías y videos. Todo un hilo de conversaciones con una mujer que no era ella, ni lo sería nunca. Caroline sintió un vértigo que la hizo sentarse en la silla frente al escritorio. Se preguntó cómo podía ser posible que, después de seis años de matrimonio, Leonardo siguiera robando su vida; si desde hacía tiempo ya tenía a otra.

El dolor se mezcló con rabia. Recordó todas las veces que le había suplicado un divorcio, todas las veces que había soportado sus humillaciones, su desprecio, sus juegos de poder. Y ahora, leer aquellas palabras, fue como recibir un golpe directo en su dignidad, su esposo no solo la despreciaba, sino que la traicionaba de forma deliberada, sin el menor remordimiento y la obligaba a seguir encadenada a él.

Caroline tomo capturas, trasladó mensajes y evidencias; cerró el teléfono. Sabía que debía actuar, que debía protegerse. Esta vez no podía quedarse de brazos cruzados. La evidencia estaba allí, tangible, y la idea de usarla para su escape comenzó a tomar forma. Sintió que tenía en sus manos algo que podía inclinar la balanza a su favor.

Esa noche, al acostarse, supo que esa no era otra noche de negocios, esa era otra noche con la otra mujer, no sintió miedo ni resignación. Sintió un nuevo tipo de poder, silencioso y frío, la certeza de que, aunque Leonardo creyera tener todo el control, ella aún podía recuperar lo que era suyo. Era la primera pieza del plan que podría trazar para su libertad.

Al día siguiente, Caroline se sentó frente a Leonardo en el comedor.

- "Leonardo", empezó Caroline, con la voz temblorosa. "Necesito hablar contigo. Es importante".

Él la miró con esa mezcla de aburrimiento y desdén que la había perseguido durante seis años.

- "¿Otra vez con lo mismo?", dijo él, apoyando el codo en la mesa y frotándose la sien. "No creo que debamos hablar de esto ahora. No tienes motivos reales".

- "¡Motivos!", exclamó Caroline, y sintió como nunca que su voz se quebró. "Estoy pidiendo el divorcio. No puedo seguir viviendo así. No puedo seguir contigo, tu ya tienes otra mujer y no te atrevas a negarlo, porque tengo las pruebas".

Leonardo la observó con una calma que le heló la sangre. Era la misma calma que utilizaba para aplastar cualquier intento de rebeldía.

- "¿Divorcio?", repitió Leonardo, como si jugara con las palabras. "Revisa tu equipo, ya no tienes nada".

Caroline no pudo evitar revisar, todo había sido borrado.

- "Hacker se llama, además yo sé todo lo que tú haces. Ella no es importante, si te deja más tranquila, acabaré todo hoy. Pero si quieres el divorcio, tal vez pueda hacerlo si me das algo, ya que no logro obtener esa información. ¿Qué me dices del hombre con el que estuviste antes de mí? ¿El primero que te marcó? No puedo permitir que eso salga a la luz. Tu pasado me pertenece", manifestó Leonardo inclinándose hacia adelante.

Caroline tragó con dificultad, recordando la humillación que había sentido cuando él le había hablado de su “no primer encuentro” años atrás. Cada palabra que decía Leonardo era un recordatorio de que no solo la controlaba en el presente, sino que su pasado también estaba bajo su dominio.

- "No importa", susurró Caroline. "No voy a decir nada, pero quiero mi libertad".

- "Quiero una identidad", insistió Leonardo.

- "¿Para qué?", preguntó Caroline.

- "Lo elimino, y no hay testigos, de que te burlaste de mí", respondió Leonardo.

- "Ni siquiera te conocía. Jamás tendrás su identidad. Haz lo que quieras con tu vida, yo no voy a intervenir, solo quiero mi libertad", expresó Caroline.

Leonardo inclinó la cabeza, evaluando la sinceridad de sus palabras, y después sonrió con esa ironía que siempre la dejaba vacía.

- "Libertad", repitió él. "Caroline, crees que puedes simplemente caminar, pero no puedes. Eres mía. Mi nombre está sobre ti, mi familia, mis reglas. No habrá divorcio".

El corazón de Caroline latió con fuerza, mezcla de miedo y furia. Ella sentía que estaba ante un muro imposible de derribar, pero al mismo tiempo, dentro de ella, algo comenzó a agitarse, la idea de que, si él no iba a permitirle la puerta, tendría que buscar otra salida, aunque fuera en secreto.

Esa noche, cuando se encerró en su habitación, no hubo lágrimas. Solo planes que comenzaban a formarse en silencio. Caroline comprendió que no pediría permiso para ser libre, lo tomaría, y tendría que ser más lista.

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