La voz de Alexander reverberaba en su interior como un hechizo, arrullando sus anhelos con promesas tentadoras.
«Dejar de pensar… más fácil de decir, que de hacer…» Emilia cerró los ojos, un suspiro tembloroso escapando de sus labios.
Por supuesto que deseaba olvidar, pero el olvido era solo un castigo cruel para el pasado que la llevó hasta ese momento. Emilia luchaba porque no tenía otra opción, luchaba desde hacía muchos años: contra el abandono de su padre, contra la muerte injusta de su madre, contra servicios sociales que quiso llevarse a su hermana, contra el mundo que la obligó a dejar atrás sus sueños y la escuela para poder mantener unido el último resquicio de familia que le quedaba.
Rendirse era perder el esfuerzo de cada cuenta que pagó, de cada centavo que ahorró, de cada turno que trabajó para poner comida en la mesa. Rendirse era aceptar que ningún sacrificio había valido la pena.
Pero estaba tan cansada, tan hastiada de todo. Amaba a Ana con todo su corazón, pero al m