La música en la mansión se mezclaba con el murmullo de conversaciones y el tintineo de copas. Sin embargo, Katerina apenas podía oír nada. Sus pasos resonaban firmes, pero dentro de ella el ruido era otro: una tormenta de emociones encontradas, frustración, humillación… y algo más profundo. Dolor.
Había intentado mantener la compostura tras el enfrentamiento con Emilia, pero el frío tacto de la mano de Alexander deteniéndola frente a todos, la mirada que le lanzó —no de advertencia, sino de indiferencia absoluta— le caló los huesos. Sabía que debía mantenerse en su sitio, pero algo dentro de ella ardía. No era orgullo. Era desesperación.
Un camarero pasó por su lado llevando una bandeja con vasos llenos de bourbon, Katerina tomó uno y bebió de un solo trago todo su contenido, el licor caliente bajó por su gargant