Alicia Michelle Morgan salió de las oficinas de Dante Moretti con pasos firmes, pero por dentro sentía que cada paso la hundía más en arenas movedizas.
Había firmado.
Había sellado su destino con tinta negra en un contrato que no solo le robaba su libertad, sino que la unía para siempre a un hombre al que nunca había querido.
La brisa de la mañana acarició su rostro cuando cruzó las enormes puertas de vidrio del edificio. El peso de la decisión pesaba en sus hombros, y aunque intentó respirar profundamente, el aire no parecía suficiente.
Sabía que debía cargar con esto sola. No podía permitirse el lujo de lamentarse.
Subió a su auto y le indicó al chofer que la llevara directamente a su empresa. En el trayecto, miró su reflejo en la ventanilla. Su rostro estaba impecable, su maquillaje cubría las huellas de la noche en vela, pero sus ojos… sus ojos reflejaban una tormenta contenida.
Cuando llegó a Morgan Enterprises, con sede en Italia, su asistente la recibió con un informe en mano.