Eva
El agua caliente caía sobre mi piel, pero no lograba lavar la sensación de sus labios sobre los míos. Me froté con fuerza, como si pudiera eliminar la huella invisible que Damián había dejado en mí. Cerré los ojos y el recuerdo volvió con una nitidez dolorosa: su respiración mezclándose con la mía, el sabor prohibido de su boca, la forma en que mi cuerpo había respondido traicionándome.
—Estúpida, estúpida, estúpida —murmuré mientras apoyaba la frente contra los azulejos fríos.
Llevaba una hora encerrada en el baño, escondiéndome como una cobarde. Después del beso, había huido sin mirar atrás, incapaz de enfrentar lo que acababa de suceder. Lo peor no era haberlo besado, sino haberlo deseado con cada fibra de mi ser.
Cerré la llave y me envolví en una toalla. El espejo empañado me devolvió una imagen borrosa, tan confusa como mis pensamientos. Limpié el cristal con la mano y observé mi reflejo. Mis ojos brillaban de una manera diferente, mis labios parecían más sensibles, más vivo