94. Persecución Mortal
La mansión de los Allens estaba envuelta en un silencio extraño, tenso, casi eléctrico. Afuera, la tarde caía con un cielo color negro, presagiando tormenta. Dentro, sin embargo, la tormenta ya había empezado.
Shaya bajó las escaleras con paso lento, aún recuperándose del cansancio, pero determinada a no mostrar debilidad. Había entregado a su pequeño a los brazos seguros de Marta y había descendido buscando a Eryx, a quien no veía desde que él recibiera aquella llamada que lo alteró por completo.
Lo encontró en el salón principal, de pie, con las manos apoyadas sobre el respaldo de un sillón. Su cuerpo entero parecía tenso, su respiración contenida, su mirada clavada en el piso como si buscara una respuesta que no encontraba.
Shaya sintió que algo pesado se le instalaba en el pecho. Caminó hacia él con suavidad.
—Eryx… —susurró.
Él levantó la vista, y Shaya pudo ver el torbellino en sus ojos. Preocupación. Inquietud. Miedo, tal vez. Algo que pocas veces había visto en él.
—¿Qué suced