81. Luces de la tarde
Tan firme como el acero que llevaba en la mirada.
Aun así, su postura lo traicionaba, sus hombros tensos, los puños cerrados.
La mandíbula rígida, marcada por líneas de angustia.
Se pasó una mano por el cabello, respirando hondo, como si cada inhalación fuera otra batalla.
Recordó el instante en que Shaya perdió el conocimiento entre sus brazos. La sensación de su cuerpo volviéndose liviano, las manos frías, el pulso errático. Ese pánico helado que le perforó el alma, la voz que no le obedecía cuando intentó llamarla. El miedo animal que nunca antes había experimentado.
“No te voy a perder…” Así le había prometido. Y aun así, ahí estaba, viendo cómo unas puertas metálicas separaban sus mundos.
Sus dedos se cerraron en torno al respaldo de una silla, sin sentarse. No sabía cómo hacerlo. No sabía permanecer quieto mientras su corazón estaba siendo operado del otro lado.
Un sonido abrupto de maquinaria deteniéndose alertó al equipo. El lavado estaba completado. La toxina purgada.
Ahora q