54. Un Beso Sin Permiso
Ella frunció el ceño.
—¿Y tú qué ganas con eso? —preguntó con fingida cautela.
—A ti —respondió sin dudar.
El silencio volvió a caer, denso. Shaya lo miró largo rato, buscando alguna fisura en su convicción, pero no encontró ninguna.
Eryx hablaba con la serenidad de quien ya había elegido arder.
Más tarde, subieron a la habitación principal. Shaya se quitó los pendientes frente al espejo, su reflejo la observaba con una mezcla de extrañeza y vulnerabilidad. Eryx se acercó lentamente, posando las manos sobre sus hombros.
—No tienes que temerme —susurró de manera peligrosa.
—No te temo —dijo ella segura —Temo lo que puedas despertar en mí.
Eryx bajó la cabeza, y sus labios rozaron el borde de su cuello.
—Entonces déjalo despertar —murmuró —Ya has vivido demasiado tiempo dormida.
Shaya se giró hacia él, y el silencio se rompió en un suspiro. El beso que siguió no fue el de una promesa, sino el de una guerra. Un beso que mezclaba dolor, deseo y la urgencia de quienes saben que e