23. Un juego peligroso
La mañana se deslizaba sobre Nueva York con un aire gélido que cortaba la piel, pero en el interior de la mansión Allen el ambiente era todo menos frío. Era un hervidero de tensiones, intrigas silenciosas y promesas no dichas que empezaban a configurarse en torno a Shaya. La noche en el club había abierto puertas inesperadas, Christian St. John y Toshiro Ren no eran hombres con los que cualquiera pudiera tejer una relación. Estaban hechos para dictar el destino de otros, no para ser usados. Pero Shaya no era “cualquiera”.
Sentada frente al ventanal de su habitación, con un café entre las manos, repasaba en su mente los últimos movimientos. Christian le había dejado aquel sobre con un contrato elegante, un puesto de “consultoría de imagen” dentro de su red empresarial. Para muchos sería un honor, pero para Shaya era algo más, una vía para colocarse en el centro de la escena pública, para aparecer en eventos, codearse con figuras que podían amplificar o destruir reputaciones con una so